Desfibrar una hoja de fique es una labor sencilla. Primero se hace el carrizo. Para ello, tome un canuto de guadua, entierre una parte en posición vertical, rájelo hasta la mitad e introdúzcale un palo delgado.
Ya listo, se mete la hoja de fique, se quita el palo y se aprieta el canuto, que así le hace presión a la hoja. El proceso se hace varias veces, hasta que uno se queda con las fibras en la mano. También hay desfibradoras mecánicas.
Así se benefician unas 23.000 toneladas anuales de hojas (pencas) que se producen en el país, con las que se fabrican productos, como cuerdas, artesanías y -principalmente- sacos de empaque.
De cada 100 kilos de pencas se extraen 4 de fibra larga y seca, un líquido verdoso y el bagazo o cabuyaza (que es el 96 por ciento de la hoja).
En estos residuos es precisamente donde está el negocio del cultivo de fique; claro, si se mira desde la óptica económica y la medioambiental.
Por ejemplo, la cabuyaza se utiliza como fertilizante, mezclado con los suelos, en los cultivos de papa, maíz y frijol, entre otros.
Según un estudio realizado por el Centro Internacional de Agricultura Orgánica (Ciao), se encontró que contiene una serie de nutrientes, como calcio, magnesio, potasio y elementos menores, necesarios para el desarrollo de las plantas.
El jugo también los es.
Si hay una plaga que le haya hecho daño a la ganadería ha sido la garrapata, bicho que puede chuparle a una res hasta tres centímetros cúbicos de sangre por día, adicional a las enfermedades que transmite, como la Leucosis y la Babesia.
Entre los muchos métodos para su control, el Ciao recomienda utilizar el jugo que resulta de la obtención de la fibra, aplicado en la parte afectada del animal.
Para desinfectar los suelos de cultivo, se mezcla el jugo con hojas de pringamoza (Befaria sp.) o barbasco (Thefrosia sp.) y se deja fermentar durante dos días.
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